Una noticia causó ayer una explosión en Twitter y Facebook, las únicas dos redes que el tiempo me permite seguir. García Egea, secretario general del Partido Popular, proponía que Sánchez y el PSOE se echaran a un lado permitiendo, con su abstención, que accediera a la presidencia del gobierno Pablo Casado con los votos de Ciudadanos, es decir, con la vicepresidencia de Albert Rivera. Las reacciones oscilaron entre el estupor y la hilaridad.
Del blog de Maria Mir-Rocafot
Ábalos Meco, secretario de organización del PSOE, dio alas al segundo grupo al calificar la propuesta de chiste. Después de superar el estupor, me apunté a la risa. Pero la risa es fugaz y la noche es larga. La mañana, con las noticias nacionales e internacionales, las tertulias, los periódicos, me empujaron a las reflexiones más negras poniéndome la cara de funeral.
Pedro Sánchez dedica el mes de agosto a reunirse con grupos sociales: feministas, ecologistas, sindicatos…Se trata, para el presidente en funciones, de tomar el pulso a las asociaciones e instituciones que se ocupan de los problemas más acuciantes de los ciudadanos. ¿Cómo reaccionan los medios? Pedro Sánchez se reúne con los agentes sociales, no porque le importen los problemas de los ciudadanos, sino para presionar a Podemos y conseguir sus votos en la próxima investidura, dicen. Contesto con una palabrota que me ahorro poner. Indecente, miserable y triste país donde los medios de comunicación ridiculizan, se mofan de los esfuerzos de un hombre y un partido que intentan hacer Política, informarse de primera mano de las necesidades de los ciudadanos para tenerlas en cuenta en la redacción de un programa de gobierno.
¿Quiénes se mofan? Desde una altura, desde luego no intelectual, directores de periódicos y periodistas a quienes la objetividad parece un esfuerzo ingenuo; columnistas y opinantes radiofónicos y televisivos a quienes no avergüenza consumir espacio y tiempo repitiendo las mismas chorradas un día tras otro. ¿Qué chorradas? Las que marca la tendencia. La tendencia es la equidistancia, que en la degeneración que sufre el lenguaje actual, se confunde con la imparcialidad y la justicia. Eso, aquellos a quienes aún queda un mínimo de respeto a sí mismos. Los que ya no tienen ni ese mínimo, ridiculizan, se mofan, insultan al candidato y al partido que ganó las elecciones. Las ganó gracias a una mayoría imbécil que no merece tomarse en cuenta, suponen. La realidad del sentido común dice que, de todos modos, el PSOE no tiene votos suficientes para gobernar y que no gobierna por culpa de Sánchez porque no quiere compartir el gobierno. En el fondo sin palabras, todos temen, con mayor o menor intensidad, que les tachen de socialistas. ¿Adónde va hoy un periodista, columnista u opinante que manifieste ideas de igualdad y justicia social en el mundo de Orban, Trump, Salvini, Bolsonaro y los etecéteras de su ralea?
Ya puede Pedro Sánchez con un gobierno milagroso poner la economía nacional a la altura de un gigante como China, que ya se arreglarán los opinantes para intentar convencer al personal de que lo ha bajado al nivel de Agentina. ¿Por qué lo hacen? Porque el sueño de ciertas élites de este país es volver a la era gloriosa en que un Gobierno de gente de bien, de buena cartera, con poder absoluto, y la Santa Iglesia Católica garantizaban que España fuese un país de ley y orden donde nada se alterase, es decir, donde los ricos fueran cada vez más ricos, y los pobres, que les debían el sueldo a los ricos, lo agradecieran aceptando su pobreza perpetua con humildad.
¿Por qué Pedro Sánchez no se retira y el PSOE no se abstiene para que vuelvan a gobernar las tres derechonas como Dios manda? Porque a base de sangre, sudor, lágrimas y hambre, mucha hambre, los españoles hemos llegado a la mayoría de edad y exigimos un gobierno de adultos que entiendan que la Política no es un mundo de chanchulleros donde los chanchulleros se lo pasan bien haciendo chanchullos y cobrando por ello, mientras unos palmeros escondidos tras bastidores intentan sugestionar al personal para que acepten que la política es una porquería y que no hay otra.