Hay margen para intentar convencer a Pablo Iglesias que un gobierno de coalición no se impone a las partes y que disponemos de otras fórmulas de entendimiento y colaboración para que, desde una posición “cómoda”, tanto Unidas Podemos como el PSOE defendamos y llevemos a la práctica los compromisos electorales.
El PSOE no pide un cheque en blanco y estamos desplegando toda nuestra capacidad negociadora con propuestas ante Podemos. No vamos a perder la coherencia con el proyecto Socialdemócrata que pusimos en aplicación, con la ayuda de Podemos, durante los pasados nueve meses desde un gobierno acosado por las derechas. Podemos viene a decir: “si no se acepta un gobierno de coalición se acabó la negociación y nos pensaremos votar no a Pedro Sánchez”. Eso lo han repetido pero seguiremos haciendo política para evitar que finalmente coincidan los votos de Podemos con los de VOX y sus socios Rivera y Casado. Sería malo para la democracia y la mayoría social.
Pablo Iglesias afirma que no quiere sillones y sin embargo pone a Sanchez la condición previa de dirigir Ministerios para luego negociar contenidos programáticos. Yo comprendo que a Unidas Podemos entrar al gobierno al frente de Ministerios les pueda venir mejor para su estrategia de recuperación y para tapar otras historias. Pero no es de recibo imponer tal condición con el razonamiento, se supone, de poder ejercer desde dentro la función de tutela y denuncia cada vez que el Presidente se desviara de su camino. No se entiende que los mismos que acusan a Pedro Sanchez de querer irse con la derecha a la primera oportunidad, le exijan, desde el 29 de abril y tras las elecciones generales, participar en un gobierno de coalición.
Con estos antecedentes es difícil confiar en la cohesión y lealtad de una coalición. Ese tipo de gobierno no se fuerza, requiere voluntad decidida de ambas partes. Una coalición que nazca así solo puede ser presagio de conflictos internos y de crisis de gobierno. En definitiva riesgos. Sin olvidar que la sentencia sobre el procés en Cataluña aparece hoy como una bomba de relojería. Tampoco las engañosas palabras de Irene Montero sobre lo que supuestamente Pedro le dijo a Pablo -“que buscaba el apoyo de las derechas en la investidura”- aportan ni garantías de cohesión ni confianza mutua ni lealtad. Es momento de estar volcados en torno a una mesa y centrados en discutir el programa de actuaciones para cuatro años, las bases del presupuesto ya con bastante camino avanzado, el calendario legislativo y las medidas de regeneración democrática que siguen pendientes en diferentes frentes. Quienes han votado a fuerzas progresistas no pueden entender este follón y empiezan a expresar muestras de enfado y hartazgo.
Odón Elorza / Diputado Socialista por Gipuzkoa