Varios expertos analizan nuestra presencia actual en Internet con motivo del treinta aniversario de su nacimiento.
Actualmente, en China existe un sistema de calificación social por puntos que va desde los 350 a los 950. Según los puntos que dé el algoritmo, la persona podrá disfrutar de beneficios como mayor facilidad a la hora de obtener un crédito, alquilar una bicicleta de forma gratuita o ventajas en la educación. Conviviendo con esta realidad, es necesario mentalizarnos de la importancia de las redes y nuestra presencia en ellas, ya que puede ser decisiva para nuestras vidas.
La información que publicamos en redes sociales es utilizada por terceras personas para diferentes fines, desde nuestra ubicación hasta datos relativos a la salud.
Gemma San Cornelio, profesora de los Estudios de Ciencias de la Información y de la Comunicación de la UOC, afirma que existen tres capas de la identidad digital en la red. La primera de ellas es la relacionada con la información que los usuarios compartimos de forma voluntaria: fotografías, twits, megustas...La segunda es lo que nuestro comportamiento dice de nosotros, es decir, el tipo de música que escuchamos o las películas que vemos en Netflix. La tercera capa es la más externa y la más difícil de determinar, puesto que no sabemos quienes reciben estos datos ni de qué modo los interpretan.
La idea de estos algoritmo es descubrir datos del usuario que éste no revelaría voluntariamente: debilidades, perfil psicométrico, coeficiente intelectual u obsesiones, entre otros. Estos datos ayudan a las empresas a conocer a lo usuarios y a ofrecerles los productos que saben que probablemente comprarían, según Diego Miranda-Saavedra, profesor del máster de Inteligencia de Negocio y Big Data Analytics de la UOC.
Los resultados de estos algoritmos pueden perjudicarnos de forma que quizá no consigamos un crédito si no vivimos en un barrio adinerado o quizá porque pagamos tarde un multa. Al menos, sabemos que hay formas de evitar que este algoritmo nos espíe; usar aplicaciones cifradas como Telegram, evitar publicar actualizaciones de estado en redes, revisar que aplicaciones utilizan nuestra ubicación o utilizar navegadores como Brave.com o Duckduckgo son algunas de ellas.
Tim Berners-Lee, creador del WWW, revela que éste no es el Internet que él quería crear, un Internet en el que la prioridad ya no son los usuarios, sino las empresas.