El domingo 28 de abril los ojos de Europa y del mundo estaban puestos en España, en los españoles y en los socialistas. La extrema derecha se había camuflado entre los conservadores españoles y los liberales. Y ambos, de la mano de dos políticos algo faltos de cultura y trayectoria política, la habían recibido con la alfombra roja y los brazos abiertos . Pedro Sánchez, el socialista resistente, apoyado en algunos partidos de la izquierda y las regiones se empeñaron a fondo para frenar este avance grosero hacia un gobierno a lo Trump o Bolsonaro, Salvini u Orban. Los socialistas no querían fascismo en España y los regionalistas tampoco. Las urnas les han dado la razón.
El conflicto catalán, fuente de votos teñidos de mentiras y crispación, habían servido durante estos dos últimos años como fuente inagotable para engañar contra Sánchez. Pero, al fin, la verdad ganó a la mentira. Los socialistas de Sánchez ganaron y los ex comunistas de Podemos, junto a partidos minoritarios pero integrados en la unidad de España, vascos, navarros, valencianos, serán los compañeros de viaje para apoyar un gobierno que ya es considerado el orgullo de Europa y el muro de contención del fascismo.
Desde hace semanas, lahoradigital.com venía publicando unas estudios electorales muy elaborados que, vistos los resultados de la noche electoral del domingo 28 de abril, salieron clavados. Dijimos el viernes que “La victoria electoral de Pedro Sánchez se consolidará a medida que suba la participación del 28-A”. Y así ha sido finalmente. Apenas un voto más, ni por encima ni por debajo.
El amplio trabajo de campo, encargado por este periódico a un equipo de expertos, Future Politics and City (FPC) realizado durante semanas en base a los escaños de los pequeños, de todas y cada una de las cincuenta y dos circunscripciones españolas, estudiando todos los movimientos, partidos nacionales y regionalismos, ha sido magistral, exhaustivo, riguroso y cierto. Ahí lo tienen y nuestros lectores han podido ir comprobándolo semana a semana, Comunidad a Comunidad.
Este domingo la sede socialista de la calle Ferraz, en Madrid, estaba tomada por más de trescientos cincuenta periodistas, con sus cámaras, sus cables, sus focos, sus micros, sus ordenadores, expandidos por doquier, pasillos, suelo, escaleras, patio. En las mesas, en las sillas, por el suelo. Muchas mujeres colegas, muchas y muchos jóvenes que, al margen del mandato de sus propios medios, vivieron este día de forma personal, como ciudadanos de un futuro que veían amenazado. Era como una caravana extranjera que palpitaba para que se cumpliera, en este momento del siglo XXI y en este país el “No pasarán”. Los compañeros internacionales estaban aún más implicados que los nacionales. No hacían más que preguntarnos, en sus ojos se veía la preocupación de estar asistiendo a dos escenarios: o el triunfo del fascismo en España, la vuelta atrás, la rabia, el rencor, el odio al diferente, o una victoria más de quien para ellos y sus medios es prácticamente un fenómeno: el resiste Sánchez hará otra vez que las cosas cambien. Incluso su equipo de ministras es mirado por Europa como ejemplo a seguir, como adalid y avance de las mujeres en este siglo que llamamos, “la era del feminismo”.
Al filo de las ocho de la tarde, un suspiro de alivio, recorrió todas las salas, despachos, pasillos de Ferraz, la militancia confinada en la sala de abajo, y los que estaban en la calle. Gritos y euforia, la calle se cortó y a partir de entonces solo era ir contando los votos, 123 para los socialistas, 42 para Podemos, con once votos más, de PNV, Cántabros, Compromis, y Bildu, ya se podía gobernar sin tener que incluir a los separatistas catalanes. Objetivo cumplido. Las peores mentiras y malos augurios de la derecha y extrema derecha, se caían por su propio peso. Entonces, la melodía de los militantes de la calle, que llevaban toda la tarde soportando desde unos balcones de enfrente, los decibelios altísimos del “Viva España”, al final pudieron sacar su grito: “España es socialista. Viva España socialista”. Y los de los balcones dejaron sus banderitas colgadas pero se metieron para dentro.
Todo el escenario de antenas, torretas de cámaras, focos, unidades móviles, periodistas internacionales a media lengua preguntando, la euforia, la implicación, más de los de fuera que de los de dentro (del país) todo recordaba a la victoria de Felipe González del 82. En aquel entonces el socialismo ganó contra el fascismo de Franco. No es de extrañar que, en medio de este escenario, apareciera un tropel de ministras saltando y cantando. Delgado, Montero, Calviño, Valerio, Maroto, Robles, Ribera, junto a sus compañeras de batalla, Zaida Cantera, María Luz Martínez Seijó, Mónica Silvana, Silvia Buabent, contagiaron su incontenible espontaneidad a un exultante Pedro Duque, el astronauta, a un discreto Odón Elorza, el ex alcalde de Donisti y uno de los apoyos más firmes y viajeros de Pedro en sus momentos de caída, José Manuel R. Uribes, Jose Manuel Franco, hasta un más que discreto Ángel Gabilondo, no podían dejar de demostrar su gozo, el orgullo de estar siendo los protagonistas de una página importante de la historia de España. Miles de militantes se iban acercando a Ferraz que se convirtió en un campo de rosas, besos y abrazos. “Ahora sí decían las ministras, hasta que Valerio miró su móvil y vio una imagen de España teñida completamente de rojo y dijo con un lacónico humor manchego: “vaya color que ha cogido España”.
Al fondo una pantalla gigante donde las dos derechas lloraban sus penas, y un Abascal, que salió sin nada que perder al escenario y a punto estuvo de llegar al poder en hombros de dos políticos que aún tienen mucho que aprender sobre rigor, respeto a la verdad y a los cauces democráticos, intentaban contar la contienda de la mejor forma posible para aligerar su derrota. Pero, sobre todo, la derrota de las mentiras, la derrota de la crispación, del insulto y del todo vale. Viva España que se ha demostrado a sí misma que está dispuesta a soportar durante otros cuatro años a un gobierno dispuso a recuperar el bienestar social, la ayuda a los más vulnerables y la inclusión de inmigrantes y mujeres con plenos e igualitarios derechos. Esta vez, España resistió y verdaderamente “No pasaron”.