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"Lo que la oruga llama 'el fin', el resto del mundo lo llama 'mariposa'."

Cataluña no tiene un minuto que perder

Cataluña no tiene un minuto que perder

Cataluña ya ha perdido demasiado, no puede volvérsela a jugar. Ha perdido en los siete años de gobierno del PP, que han coincidido con los años de “procés” independentista. Ha perdido la oportunidad de empezar a ver la luz al final del túnel con un Gobierno dialogante. Y ha perdido al rechazar sus gobernantes los Presupuestos más sociales de la última década, una tabla de salvación para millones de catalanas y catalanes que viven bajo el yugo de los recortes de ERC y Junts per Catalunya (PDeCAT) Un error sin parangón que el 28 de abril se puede enmendar.


La consellera de Presidencia y portavoz del Gobierno de la Generalitat, Elsa Artadi, decía al poco de conocer la convocatoria de elecciones para el 28 de abril que hacía esta mañana el Presidente Pedro Sánchez que no puede haber estabilidad en España mientras se siga gobernando de espaldas a Cataluña. Debería aplicarse el cuento. El Govern no gobierna, sólo navega a la deriva hacia una Ítaca ignota. Pero no escucha las demandas y las necesidades de su pueblo, las ignora sistemáticamente. Eso es justo lo que hicieron los dos partidos que soportan al Govern de la Generalitat el pasado miércoles, al votar que no a los Presupuestos Generales del Estado. Tiraron por la borda las esperanzas de millones de catalanes y catalanas.

Estas cuentas rechazadas gracias a la insospechada alianza entre la derecha y los independentistas – entre los que se cuenta un partido declaradamente de derechas, el PDeCAT, y otro supuestamente de izquierdas, ERC- incluían importantes inversiones y mejoras sociales para todos los territorios de España. También para Cataluña. Sin ellos, la Generalitat deja de percibir unos 1.500 millones en traspasos de la administración general del Estado que podría haber incorporado a sus propios Presupuestos, esos de los que, de momento, ni se sabe ni se les espera, por cierto.

El proyecto de Presupuestos que han rechazado los mismos que impulsaron el “procés” bajo el grito de “España nos roba”, incluía también una inversión territorializada en Catalunya de 2.251 millones, de los cuales 900 eran nuevos respecto al último Presupuesto aprobado por el PP. Infraestructuras a las que falta les hace una inversión, como las Cercanías –Rodalies en Cataluña-, o bien el impulso del Corredor del Mediterráneo. Todo eso tendrá que esperar. Por cierto, que la consellera Artadi decía también estos días, para justificar su negativa a aprobar la tramitación de los Presupuestos, que al fin y al cabo lo que se presupuestaba en ejercicios anteriores, tampoco se llegaba a ejecutar. Cierto, ese filibusterismo presupuestario era típico del Gobierno… del PP. A la señora Artadi, su costumbre de vivir y relatar una realidad paralela le lleva al extremo de obviar lo evidente: que ya no gobierna el PP. Ya no es excusa ni la falta de ejecución presupuestaria ni la falta de diálogo, y lo sabe. Quizás por eso y porque vivien por y para la confrontación, han hecho lo que han hecho.

Lo terrible, no obstante, no es solo esa pérdida de oportunidad para una Cataluña que necesita mirar a un horizonte de esperanza. No es únicamente – y no es poco- que hayan dinamitado el diálogo que constituía, y seguirá siendo en el futuro, la única manera posible de buscar y algún día encontrar una solución al llamado problema catalán. Lo peor son las esperanzas frustradas, con el fin de la legislatura, de infinidad de colectivos que habían visto como, en estos ocho meses y a diferencia del período anterior, se les había escuchado. Se haría largo explicar todas las llamadas y mensajes de preocupación y hasta de consternación de entidades y asociaciones representativas de diferentes ámbitos que estamos recibiendo mis compañeros del grupo parlamentario y yo misma estos días. Personas que llevaban años dándose de bruces contra la pared del Gobierno del PP. Gente que comprobó el talante dialogante y receptivo hacia sus demandas, preocupaciones y propuestas de todos y cada uno de los ministerios del Gobierno de Pedro Sánchez.

La sociedad catalana vive asfixiada bajo las banderas, mientras sufre a perpetuidad los recortes feroces llevados a cabo por unos y por otros, por el PP y por los que tanto dicen defender su territorio. En mi Comunidad Autónoma hay 12.000 parados de más de 52 que, al menos de momento, no podrán recuperar el subsidio por desempleo de larga duración. Hay 120.000 estudiantes que no tendrán beca. Hay más de 5.000 menores en riesgo de exclusión que no se beneficiarán del incremento de las ayudas de comedor para combatir la pobreza infantil y otras 143.000 personas que esperaban los 18’5 millones de euros para el Ingreso Mínimo Vital. Hay 23.000 mujeres víctimas de violencia de género que ven cómo se trunca su esperanza de que sus ayuntamientos tengan más recursos para atenderles y ayudarles. Y 27.000 cuidadoras catalanas se quedarán sin poder cotizar a la Seguridad Social. Eso, además de todas las personas que esperaban los 52 millones del Plan de Vivienda.

Los mismos que llevan años ahogando a la sociedad catalana con unos presupuestos que, cuando existen, no hacen más que insistir en los recortes sociales, han dicho que no a las cuentas que suponían una mejora vital para millones de personas. Pero no todo está perdido, aunque sí pospuesto. Cataluña no tiene tiempo que perder, es cierto, pero la mirada está ahora en un horizonte fijado en el 28 de abril próximo. Estas elecciones generales servirán para poner a cada cual en su sitio. Las catalanas y los catalanes necesitamos con urgencia soluciones que pasan por el diálogo dentro de la legalidad y por revertir la desigualdad. Y, eso, sólo lo garantiza Pedro Sánchez.

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