Cada día que pasa observo más coincidencias entre los dos Frentes Nacionales que, desde Madrid y Barcelona, juegan con la gasolina de la confrontación entre comunidades, alimentando el resentimiento y la desconfianza para llegar al odio.
Los secesionistas de Puigdemont y Torra, y los nacionalistas del Frente Nacional español se necesitan y por tanto se retroalimentan con sus acciones, como podremos ver en estas fechas.
Su concepción cerrada y excluyente de lo catalán o de lo español, su expulsión a los infiernos a quienes no comulguemos con sus credos identitarios o no exhibamos en balcones, solapas y relojes sus símbolos purificadores, les hace idénticos. Para unos y otros somos enemigos de la patria (de “su patria”) y desde su fanatismo nos declaran culpables de alta traición a la nación. No veo en qué se diferencian y sí constato que llevan al país a la parálisis y a debilitar más la democracia.
También es grave su actitud a la hora de atacar principios de la democracia como el diálogo, la lealtad al Estado o el respeto a las instituciones. Porque su objetivo es desestabilizar el Estado de Derecho, como sea, y culpar de ello a los demás. Todo vale para eliminar al adversario; la descalificación más absoluta y la mentira sin límite. Y, junto a lo anterior, meten miedo a la ciudadanía abusando del discurso catastrofista y del victimismo.
Ellos, los extremos, son un peligro para la convivencia, la libertad y la democracia. Entre unos y otros, entre manifestaciones de secesionistas y de españolistas nos quieren llevar a la involución, a la ruptura de la convivencia, a una marcha atrás de cuarenta años. Es evidente que no defienden los valores constitucionales.
Ante este panorama, con un Gobierno Socialdemócrata entre dos frentes, me parece excelente que Pedro Sánchez reitere de nuevo, ahora con más rotundidad y solemnidad, su negativa total a hablar de las dos ultimas exigencias de Torra para apoyar los PGE. Es necesario denunciar la falta de voluntad real de diálogo por parte de ERC y PDECat. Con la dignidad democrática de este Gobierno - que es la de un país - y la de su Presidente no se juega.
La provocación de esta derecha reaccionaria y neofranquista no tiene límites. Como habíamos previsto utilizan la bandera de España como arma arrojadiza, como reclamo partidista. Lo anterior, unido a la pretendida defensa de la unidad de la patria como motivo para convocar a una manifestación frentista, me parece un ejercicio miserable en una España y una Europa que debieran centrar los esfuerzos políticos en fortalecer su cohesión social y territorial.
Los mismos que crisparon España con las manifestaciones contra el aborto; quienes convocaron movilizaciones contra Zapatero por la línea de acción del Gobierno para acabar con el terrorismo de ETA (utilizando cuando fue necesario mediadores) y con acusaciones terribles al entonces Presidente, inadmisibles y falsas; los mismos que mintieron sobre la autoría de los atentados del terrorismo yihadista del 11M; los mismos que se empeñan en reescribir la historia - la inmediata y la más lejana- con su posverdad para hacernos olvidar la corrupción del PP, el uso de fondos públicos para vigilar a Barcenas o para blanquear la dictadura, son quienes de nuevo se erigen en falsos salvadores de la patria, de su unidad y de sus símbolos. ¡Y una mierda!
Mientras Rivera da por hecho que Sánchez ha aceptado las veintiún demandas de Torra y Puigdemont y hace de bastón del PP, Casado acusa de “alta traición” al Presidente Pedro Sánchez, agota los peores adjetivos del diccionario de VOX contra Sánchez, grita afirmando que “la agenda que estamos viendo en Cataluña es la de ETA” y amenaza con derogar la ley sobre el aborto porque necesitamos aumentar la natalidad.
Este PP, en su carrera por desbordar a los ultras de Abascal, se ha convertido en la marca blanca de VOX. Y no pasa un día en que los tres partidos de la derecha española estrechen lazos y avancen en la preparación de su programa para hacer efectiva, tras el 26M, la involución con recortes de derechos y libertades, puesta en riesgo de la democracia, recentralización del sistema autonómico, aplicación perpetua del artículo155 y medidas que reflejen su talante conservador, nacional catolicista, machista y xenófobo.
Las derechas se frotan las manos pensando en las elecciones del 26 de mayo mientras las izquierdas, siguiendo con su tradición cainita y su desconfianza mutua, permanecen desbordadas por los acontecimientos. ¡Qué desolación! Aquella gente acabará volviendo a la Plaza de Oriente.