Me contestó la memoria. En junio de 2018 escribí un artículo que, según me dijeron, hizo reír a mis lectores. Pues bueno, vuelvo a darlo para que me lo publiquen. Está vigente y lo estará mientras gobiernen Cataluña los que la gobiernan desde Barcelona y Waterloo. Lo nuestro es de pena y parece que no tiene remedio. Así que es mejor tomárselo a guasa por no llorar. Para poner el artículo al día, donde dice "Soraya" léase "Casado, Rivera y el otro" y ya está. No hay que cambiar nada más porque no ha cambiado nada y nada cambiará como no baje St. Jordi a rebanar el bucle con el furor de su espada.
El trágico final del procés independentista
(Publicado en mi blog el 29 de junio de 2018)
Quim Torra, president de la Generalitat de Cataluña, sale de La Moncloa con paso vacilante, la cara demudada por la expresión de pánico. No puede responder a las preguntas de los periodistas que le esperan a la salida. Está en estado de shock.
Se tira en el asiento trasero del coche oficial y allí, despatarrado, recuerda la reunión que acaba de tener con Pedro Sánchez, presidente del gobierno español. Se recuerda gallito, seguro de sí mismo, soltándole a Sánchez de entrada una condición sine qua non para abrir el diálogo. O empezaban por acordar un referéndum de autodeterminación o no hacía falta que empezaran.
─Sine qua non ─repitió Torra, enérgico, acentuando cada palabra, sonriendo con suficiencia y mirando a Sánchez directamente a los ojos para ver cómo se desmoronaba.
─ Sí ─le respondió Sánchez sin mover un músculo.
Torra no asimiló la inesperada respuesta.
─ ¿Cómo? ─preguntó con cara de tonto perplejo.
─ Que sí ─reafirmó Sánchez─. Hemos estado estudiando el asunto y podemos acordar el referéndum sin necesidad de modificar la Constitución. Cuanto antes se celebre, mejor.
─ Referéndum de autodeterminación con todas las garantías ─repitió Torra por si el otro no le había entendido.
─ Sí, sí. Con todas las garantías, por supuesto ─asintió Sánchez.
─ República si gana.
─ Sí, claro, si gana.
A Torra le empezó a temblar el labio inferior como en un amago de ictus.
─ ¿Cuándo? ─preguntó con la voz en un ay.
─ Lo antes posible. Por decreto para ahorrar tiempo.
Collons, se dijo Torra y a punto estuvo de que la palabra le saliera por la boca. ¿Y ahora qué?
─ Bueno, y otra cosa ─dijo, ya sin firmeza─. Los presos, hay que liberar a los presos.
─ Sí, por supuesto ─respondió Sánchez con su sonrisa más cordial─. Sé de muy buena tinta que muy pronto se les concederá la libertad condicional. Como comprenderás, no podemos interferir con la justicia, pero sí me comprometo a indultarlos a todos a la mayor brevedad posible si resultan condenados.
Los ojos de Torras empezaron a vagar por las paredes, desorbitados, y un hilillo de saliva empezó a bajar por las comisuras de su boca abierta.
Sánchez pasó a hablar de otras cosas, de financiación, de tal, de cual, pero Torra ya no podía escucharle. "¿Y ahora cómo le digo yo esto a Puigdemont?", pensaba. "Le va a dar un ataque".
Despatarrado en el coche, Torra comprendió que era inútil retrasar el momento de comunicar el desastre al president exiliado y que ya no podía soportar solo el peso de la calamidad. Cogió el teléfono, llamó, empezó a narrar lo sucedido dando a su voz el tono de mensaje grabado.
─ No fotis ─decía y repetía el president exiliado tras cada noticia.
Cuando se acabaron las noticias, se acabaron los no fotis y tras un silencio aterrador, la voz del president exiliado salió como del fondo de sus entrañas.
─ Quim, ¿estás seguro de que has entendido bien?
─ No fotis ─repitió Torra─. Claro que le entendí y pregunté para asegurarme. Referéndum lo antes posible.
─ Calla ─ gritó Puigdemont ya fuera de sí─. ¿Sabes lo que eso significa? Se acabó el procés. Se acabó la comedia. Se acabó la miseria y ha llegado el hambre.
─ A lo mejor ganamos el referéndum ─se atrevió a decir Torra como el niño que agota su última excusa antes de que le caiga la castaña.
─ Que cony vamos a ganar, beneït de Déu. ¿No has visto las encuestas del CIS? La gente está harta de la independencia. Sueltan los presos y se acabaron las protestas, los lazos y los votos. Se acabaron los votos, Quim. ¿Sabes lo que quiere decir eso? ─chilló Puigdemont con más fuerza─. Tienes que parar esto como sea, como sea, ¿me oyes?, como sea.
─ ¿Y qué hago? ─preguntó Torra al borde de las lágrimas.
─No fotem. Es que se te tiene que decir todo. Dile a ese chulo piscinas que necesitamos tiempo, que algo tan serio necesita tiempo. ¿No dice él que hay cosas muy serias que necesitan tiempo? Pues eso. Dile que en la próxima legislatura hablamos del tema. A lo mejor, con suerte, gana Soraya o la otra y volvemos a empezar. Vinga, muévete, sácale una prórroga. Y llámame enseguida para decirme qué te dice. A las malas, hay que enviar un comunicado diciéndole al mundo que el presidente del gobierno español y el rey quieren imponer a los catalanes un referéndum de autodeterminación que la mayoría no quiere. Pero primero, a ver qué te dice.
Torra se sonó la nariz y aspiró para coger aire y se empinó una botellita de agua para aclarar la voz. Cogió el teléfono como quien se acerca a un cadalso y marcó encomendándose a Dios.
Pedro Sánchez se puso enseguida. Estaba esperando la llamada en compañía de Meritxell Batet, Iván Redondo y otros interesados.
Torra repitió lo que Puigdemont le había dicho que dijera. Los que estaban en el despacho de Sánchez oyeron la conversación con una sonrisa. Sánchez también sonreía cuando le respondió a Torra con toda cordialidad.
─ Tienes toda la razón. Las prisas son malas consejeras. Me parece muy sensato esperar a la próxima legislatura para lo del referéndum. Mientras tanto, podemos seguir dialogando sobre los otros asuntos, financiación, competencias.
─Sí, sí, sí, claro. Pero ahora tengo la agenda llena. No sé, por dos o tres meses.
─No te preocupes. En cuanto sea posible.
Torra recordó de golpe a los presos. Si Junqueras se enteraba de que había rechazado su liberación no podría volver a verle sin riesgo de su vida.
─ Pero los presos, oye, eso mejor no esperar, ¿no?
─No, por supuesto que no ─respondió Sánchez con firmeza─. A los presos los tendréis en casa en un tres y no nada, como decís en catalán.
Hasta idiomas sabe el podrido, pensó Torra mientras esperaba que Puigdemont contestase el teléfono.
─ Bueno, algo es algo ─dijo Puigdemont─. Pero no metas prisa con lo de los presos. Miles de brigadas quitando lazos sería una imagen pésima para el exterior. Es que de política tienes menos idea que un puput.
Sánchez se volvió a la concurrencia presente con una sonrisa que era mezcla de alivio y satisfacción.
─Eres genial ─le dijo uno.
─Aquí el amigo ─dijo Sánchez mirando a Redondo.
─Pero se necesita un par ─dijo otro.
─ Aunque nadie debería sorprenderse ─abundó Sánchez en tono reflexivo─. Si a este gente les quitas los agravios, los motivos de quejas, se quedan sin nada. Un referéndum acabaría con el conflicto en el acto porque el catalán no independentista se sentiría respaldado por la mayoría y los españoles no se sentirían ofendidos por el separatismo. Pero es imposible que las derechas acepten un referéndum. Se quedarían sin motivo para agitar el cotarro con el conflicto catalán.
─España es así ─dijo melancólicamente otro asesor experto en historia.
Y fue así como el trágico final del procés independentista quedó pospuesto por una legislatura más, prorrogando a sus líderes la esperanza de seguir medrando y malmetiendo hasta el Día del Juicio.