El fraccionamiento político surgido recientemente en el espacio de la derecha, donde son ahora tres los partidos que tratan de subsistir, está produciendo una situación política compleja y en cierta forma insólita. Lejos de tratar de diferenciarse, ofreciendo propuestas políticas distintas, parece que la estrategia de estos partidos (fundamentalmente de PP y C´s) pasa por tratar de confundirse y mimetizarse, no dejando espacio para la diferencia. Trabajan la teoría de la confusión y pretenden abarcar todo el espectro político sin resignarse a marcar sus propios perfiles y sus propios límites electorales.
Así, ante cualquier problema, la posición de estas formaciones es básicamente la misma y su diferencia la buscan en ver quién consigue la actitud más radical o la frase más sonora y llamativa. Estamos en una política de gestos distintos con contenidos políticos idénticos. Esta pugna entre los partidos de la derecha está llevando a la política española a una vorágine de permanente enfrentamiento, con un exceso de acritud y donde cualquier acuerdo está desterrado.
El grave conflicto institucional de Venezuela es una prueba más de este comportamiento mimético. Poco tiempo han tardado las dos fuerzas para ver en este problema internacional una mágnifica oportunidad de pretender el desgaste del gobierno y aparecer como los mayores defensores de la causa de la libertad y los primeros enemigos de la dictadura de Maduro. Sus dirigentes corrieron presurosos a hacerse fotos enarbolando la bandera de ese país, buscando el aplauso de los exiliados que acudieron a la Puerta del Sol madrileña.
HAZ CLICK EN LA IMAGEN PARA VERLA MÁS GRANDE class="img_ampliable" style="margin: 10px; float: left;" src="/fotos/editor/18644/1548943015_Casado_RiverayAbascal.jpg" alt="" width="315" height="195" />A partir de ahí hemos asistido a una subasta de descalificaciones y ataques al presidente Sánchez, buscando el adjetivo más ingenioso o la frase más llamativa. En esta carrera de críticas exacerbadas, la denuncia de chantaje de los podemitas bolivarianos o la acusación de actitud indigna y cobarde eran camino obligado en su dialéctica de enfrentamiento mimético. El problema es que en la búsqueda del primer premio en el concurso de descalificación, era inevitable cometer excesos que al final se han transformado en ridículos. Resulta difícil mantener un enfrentamiento frontal con la actitud del gobierno en la crisis de Venezuela cuando la actitud de España es la misma de países como Reino Unido, Francia o Alemania, donde el chantaje podemita es difícil de explicar o cuando es el propio presidente autoproclamado, Juan Guaidó, el que valora positivamente su actitud.
Las relaciones internacionales son complejas y no siempre pueden ser explicadas en un tuit; y es ahí donde la oposición comienza a tener problemas. Es evidente que para la solución democrática del problema venezolano un posicionamiento conjunto de la Unión Europea es más útil y eficaz que el fraccionamiento de actitudes y propuestas. Aunque esta política se compagine mal con arengas y fervorines, que con tanto ahínco trabaja la derecha, es sin duda la posición más responsable y efectiva. Posiblemente en una postura más reposada de la derecha, sin estas premuras electorales que padece, este posicionamiento hubiera producido un pacífico acuerdo político. Pero mientras la derecha no resuelva este súbito problema de identidad, Venezuela, como tantas otras cosas, solo será una excusa para atacar al gobierno y de paso intentar superar a su hermano gemelo.