Publicado el 10 de enero a las 16:38
En España, en 2016 pudieron ejercer su derecho al voto 17.868.107 mujeres; 1.104.580 más que electores hombres , millones de votos nada desdeñables. En los últimos días, en un país que se mueve más por políticas del corto plazo electoral que por aquellas que cambian realidades, a las mujeres se las ha vuelto a “utilizar” como objeto electoral.
Si reparamos en los estudios demoscópicos sobre las preferencias del voto femenino, los votantes potenciales entre los partidos políticos es muy parejo el porcentaje de hombres y mujeres, siendo los socialistas los que tienen una ligera mayor intención de voto de las mujeres.
Las movilizaciones del pasado 8 de marzo significaron un punto de inflexión en las políticas de género. Un basta ya por la lentitud para conseguir la igualdad real entre hombres y mujeres. El desdén con el que PP y Ciudadanos acogieron dichas movilizaciones ha significado un cambio de tendencia en cuanto a las preferencias electorales de las mujeres, sobre todo para Ciudadanos.
En todo caso desde entonces ambos habían moderado su discurso intentando que no sonara un relato diferenciado en la defensa de las políticas de género al que está sonando en toda Europa. Esto podría pensarse que era por convicciones y no por estrategias electorales interesadas. No parecían partidarios de estas politicas pero, por lo menos, no proyectaban un rechazo a los avances conseguidos. Siempre es positivo que la sociedad compruebe que las fuerzas políticas en su conjunto tienen un objetivo común: finalizar realmente con la desigualdad entre hombres y mujeres . El consenso del rechazo a situaciones, comportamientos y actitudes machistas son la regla y no la excepción en la opinión pública. Su erradicación un objetivo que debe ser compartido.
Ahora bien, Vox ha lanzado el anzuelo para romper el consenso y han picado los dos, se ha demostrado que era un consenso más aparente que real. “Obras son amores, que no buenas razones” que dice nuestro refranero. Para algunos el poder, la ocupación de despachos, justifica todo, con acuerdos espurios y sin que sepamos la verdad que realmente esconden. El partido que se está erigiendo en defensor de las esencias del pensamiento reaccionario no ha tenido la más mínima intención de que en el pacto para gobernar Andalucía figurase, absolutamente para nada, la derogación de la legislación sobre la violencia de género. Son conscientes de que eso desborda las capacidades autonómicas. Su objetivo era otro: trazar el camino, a sus hoy socios y compañeros de viaje, para el futuro de que la mujer puede ser un recurrente tema para ganar notoriedad y proyección política y convertirlo a conveniencia en renta electoral.
Casado es capaz de cambiar su credo varias veces al día en el camino emprendido de poder ser algo. Solo la parte más templada de su partido le puede parar los pies evidenciándole que no todo vale y que la mujer no es un tema con el que jugar a conveniencia electoral , pero habrá que ver cuantos populares están dispuestos a levantar la voz y no solo por lo referente a la violencia de género, como han hecho algunos dirigentes, sino porque la igualdad efectiva de género no está sujeta a debate.
El problema de Rivera es más grave . Con las cartas que le han lanzado ha actuado como un vocacional tahúr recogiéndolas y dispuesto a iniciar la partida importándole todo un bledo. Ello a pesar de las advertencias que le han hecho sus colegas europeos. Ha demostrado de nuevo que para cambiar de credo hay que tenerlo y el sólo tiene ansias.
En todo lo negativo que se está produciendo hay una cuestión positiva: se puede distinguir con claridad quién utiliza a las mujeres como un mero objeto electoral, y no como sujeto activo protagonista del cambio de la sociedad. Hay que tener cerca a los convencidos, los convertidos nunca son de fiar.