No es exageración, el actual presidente brasileño, Jair Bolsonaro dice tranquilamente que “las mujeres están para violarlas”. La historia siempre se repite. Los avances en Igualdad y las leyes de protección y contra la Violencia de Género que hemos conseguido los españoles durante los últimos veinte o treinta años, especialmente con los gobiernos de Zapatero y ahora, de Pedro Sánchez, son como puyas silenciosas que tienen clavadas en su corazón de ultras, energúmenos y retrógrados. Los amigos de “la mano dura”, del “artículo 155 para aplastar a Cataluña”, de los “gays fuera”, los “inmigrantes a su casa”, no es que no existieran, estaban agazapados y ahora, con Abascal fuera del armario, campan por sus respetos.
Estos señores ya existían, han pasado varias décadas, de generación en generación, desde la muerte del dictador, escondidos bajo las siglas primero de AP, luego a un extremo del PP, con Aznar atizando una guerra y su familia enriqueciéndose con los fondos buitre, a base de echar familias de sus domicilios, y ahora, aprovechando el discurso de Santiago Abascal y su gente en Andalucía, se han atrevido a sacar los tanques del pensamiento grosso, que todo lo aplasta y para ello cuentan con los muchos decibelios de una prensa vendida a sus intereses. Estos señores, están dolidos porque las mujeres ya no están en su sitio y se han salido del tiesto, y hasta nos permitimos salir a la calle y protestar por los asesinatos machistas, que antes permanecían en el baúl de los hogares y que ellos prefieren tildar de “cuentos de mujeres frustradas, masculinizadas, envalentonadas y mentirosas”, en definitiva, feminazis, un término que les encanta . De hecho, la gran prensa nacional, tampoco se ha parado a pensar en las consecuencias de este brote furibundo y cobarde de acoso, otra vez, a las Mujeres.
Este jueves, el periódico El Mundo y su inefable político en alza, Pablo Casado, se lanzaron a reivindicar “dinero para proteger a los hombres de la violencia de las mujeres”. Las estadísticas son tozudas, ellos mienten, pero es que eso ya da igual, cuando dicen que decenas de hombres mueren a manos de sus esposas. Las peores estadísticas, las mejores para ellos, hablan de 60 hombres muertos en 10 años, no por violencia de género, que es otra cosa, sino por violencia doméstica o familiar, que no es lo mismo. De los cuales, el treinta por ciento tenían sobre sus espaldas denuncias de sus parejas mujeres, por violencia y malos tratos. De lo que se infiere que treinta de ellos zurraban a su mujer y un buen día, ella se defendió. Crimen en defensa propia. No es lo mismo. Como decía mi entrañable abogada penalista de juventud, Carmen Is: “Siempre le digo a mis maltratadas [por sus maridos], si se pasa contigo y ves que te va a matar, tu coge el cuchillo de la cocina y defiéndete, porque de la cárcel te saco, del cementerio lamentablemente no. Y ya tengo unas cuantas mujeres criando malvas que no pudieron defenderse in extremis”.
En el 2015, la mejor de las estadísticas para estos machotes defensores de los “pobrecitos hombres maltratados”, la del CGPJ, arroja que 10 hombres han muerto por violencia doméstica, no siempre a manos de mujeres, pero de ellos al menos tres si acarrean denuncias por violencia grave sobre sus mujeres. También meten en la violencia de género, que ya digo es doméstica, a los hombres muertos por otro miembro de la familia, aunque no sea mujer.
Esto, sólo por mencionar las estadísticas y combatir de forma rigurosa el ruido tóxico que se está intentando levantar -con la ayuda inestimable de varios medios de la derecha, insisto, porque esa es la madre del cordero, sin ellos esto quedaría sepultado en el mundo de las estupideces que no vale la pena ni mencionar- Ahora resulta que machacan a las mujeres que salimos a la calle a deferdernos del acoso sexual, de los malos tratos y de los asesinatos, entre otros muchos micromachismos cotidianos. Otra muestra de lo que está sucediendo, esta vez a nivel patriarcado rancio dentro de los estamentos de la Justicia, es la polémica sentencia de La Manada. Pero por delante de ella, vale la pena pararse un minuto a analizar, el porqué esta sociedad ha llegado a estar tan enferma como para que en las redes sociales, esta panda de zopencos asquerosos puedan vanagloriarse de drogar y violar, entre todos, a una pobre chica.
En un Estado de Derecho garantista, como el que tenemos en España, existe un mantra que es indiscutible, la Justicia prefiere dejar a cien culpables libres que a un solo inocente en la cárcel. Para ello, se la pinta como una dama con los ojos vendados. Presuponiendo con ello que los jueces encargados de aplicarla no han de estar influídos por el conocimiento externo de los reos, o contaminados por cualquier otra cosa que no sea la aplicación fidedigna de lo escrito en el Código Penal. Odia el delito y comparece al delincuente, otro mantra inamovible del mundo judicial y penitenciario.
Sin embargo, en el vaivén de los comportamientos humanos, se dan situaciones donde ninguno de ambos mantras debería ser observado al pie de la letra, porque puede dar lugar a aberraciones jurídicas. Es el caso de los tres magistrados de Navarra que juzgaron a los miembros de La Manada, cinco canallas que con alevosía y premeditación recurrente, raptaron a una jovencita de no más de 18 años, algo bebida a altas horas de la madrugada durante los San Fermines del 2016, que la encerraron en un portal oscuro violándola, vejándola, pasándosela de uno a otro, con relaciones y penetraciones dobles y continuadas entre todos, mientras la chiquilla lloraba paralizada del horror que estaba viviendo. Se da la circunstancia de que aparte del atroz y despiadado delito contra la integridad de la joven, y contra la integridad de todas las mujeres, estos asquerosos delincuentes se vanagloriaban de lo que estaban haciendo, grabando videos y audios y difundiéndolos. Incluso hay audios y pruebas de que para ellos ésta era su habitual y particular forma de divertirse en las fiestas populares desde hacía ya unos años. Como es el caso de Pozoblanco, donde presuntamente abusaron de otra pobre joven drogada de antemano.
Aun así, estos desalmados, tras ser condenados, en una sentencia llena de indignidad por algunos comentarios incluidos en ella, el juez Ricardo González, hoy están en la calle, lo que no se entiende de ninguna manera. Durante la instrucción estuvieron en la cárcel y tras el juicio y sentencia de 9 años, están en la calle.
No es de extrañar que este señalado juez, considerado perturbado por parte de muchos de sus compañeros, Ricardo Gonzalez, (de la Audiencia Provincial de Navarra) que sólo vio “jolgorio” y algarabía, donde había violación continuada, abuso, vejación sin límite humano, se haya tenido que afeitar la barba para pasar más desapercibido y pedir escolta. Extraña, por otra parte que, dos años y medio después, las segunda magistrada del tribunal que los juzgó, Raquel Fernandino, que hace pocas semanas era partidaria de pedir prisión provisional para los convictos (condenados a 9 años de prisión en abril, aunque en junio esta magistrada dio su voto a favor de la excarcelación) también haya cambiado de idea y haya firmado este mismo jueves el auto por el que pueden seguir en la calle, en lugar de estar donde deberían estar, encerrados en prisión.
Sólo el tercero del tribunal que les juzgó, Francisco Cobo, quien en su día emitió un voto particular en contra de la polémica sentencia por la que los violadores fueron condenados sólo a nueve años, considerando el delito de abuso y no de violación, por lo que les hubiera caído una condena de veinte años en adelante, sólo este impecable magistrado (de los tres que firmaron la sentencia) se ha mantenido partidario, con un nuevo voto en contra, de que estos cinco energúmenos vuelvan a prisión.
La actitud del magistrado Cobo va en consonancia con la solicitud de la Fiscalía, la acusación particular, de la víctima, y las dos acciones populares, del Ayuntamiento de Pamplona y del Gobierno de Navarra. Todos consideran que los cinco miembros de La Manada deben estar encerrados en prisión y no pavonándose por las calles de Sevilla. Máxime, justifica el magistrado Cobo, cuando el pasado mes de diciembre el Tribunal Superior de Justicia de Navarra reforzó la necesidad de que ingresaran en prisión “para evitar que se sustraigan a la acción de la Justicia”.
Claro y en botella, para evitar una más que probable fuga, y dada la gravedad de los hechos perpretados. Y aún tienen pendiente el juicio de Pozoblanco, por otro delito sexual de similares características. Su método era llevar la burundanga o drogas parecidas, buscar a pobres chicas despistadas o solas, atontarlas, meterlas entre todos en un coche, descampado o rincón oscuro y “hacer de ella un auténtico guiñapo”. No se entiende en qué tipo de mentes podridas puede caber semejante ultraje. Pero menos todavía en que tipo de sociedad podrida cabe dudar sobre el castigo que merecen estos indeseables.
Esto es un botón de muestra de cómo el machismo patriarcal actúa y veja a las víctimas, hasta en los mismísimos tuétanos de la Justicia, lo que entronca directamente con los avances que el gobierno socialista de Pedro Sánchez y en particular la Vicepresidenta, Carmen Calvo, han hecho en materia de Leyes contra la Violencia de Género, para evitar que este tipo de actos puedan ser considerados por una parte de la sociedad, o de la magistratura como “jolgorio y algarabía”. Y enlaza también, con ese nuevo avance de la ultra derecha y su aberrante discurso de que la “Violencia de Género” es una fantasía de las feministas radicales y frustradas, que ven delitos donde ellos sólo ven comportamientos propios del macho ibérico. Cazador, torero, maltratador de mujeres y mariquitas, y cómo no, presuntuoso consumidor de prostitución y trata. Lo visto de toda la vida, vamos, nada nuevo bajo el sol. Sólo que ahora, muchas mujeres habíamos conseguido que algunos hombres, de nuestros entornos, “visibilizaron nuestros miedos, a ir solas por la calle, por ejemplo, a ser acosadas en el trabajo, a ser maltratadas por la Justicia y se dieran cuenta de cual ciegos estaban…”. Que nosotras gritemos, le viene bien a la extrema derecha, pero que sean sus colegas naturales, los que les paren los pies, les enfurece porque es el primer paso para perder privilegios de opresores.
Y por último, si esta es la sociedad que queremos, que sigan los medios de comunicación masivos, los grandes, los del Capital, jugando a derrocar a un gobierno legalmente constituido -utilizando para ello todas las mentiras o fake news que sean necesarias-. Un Gobierno que, lejos de los discursos y promesas, ha demostrado y demuestra que es un Gobierno de hechos. Que ha avanzado en leyes de igualdad con las mujeres y de protección frente a estos abusos. Que sigan preparando el terreno, los grandes medios, y dando paso a esta “ultraderecha envalentonada”, cuyos grandes ídolos, Trump, “con tener dinero puedes coger a las mujeres por todas las partes de su cuerpo”, o Bolsonaro, “prefiero un hijo muerto que un hijo gay”, hoy presiden los gobiernos de dos de los gigantes económicos y países más poblados del planeta, Estados Unidos y Brasil. Una pesadilla que jamás nos hubiéramos planteado. No es una broma el avance del fascismo, como nos ha advertido desde estas mismas páginas la eurodiputada Iratxe García, no es una broma el rebrote machista, xenófobo, homófono, autoritario y devastador con los pobres o vulnerables. Cuando nos queramos dar cuenta será tarde y muchas víctimas habrán, o habremos, quedado por el camino. Pero, eso sí, los grandes medios de comunicación habrán protegido, pagando este alto precio, su cuenta de resultados con la banca y el capital. Salvo por supuesto, escasas pero muy honrosas excepciones.