La gobernanza de Andalucía vuelve a ser una encrucijada. Susana Díaz se agarra a que es caballo ganador, con 33 escaños y un millón de votos y que su obligación es formar gobierno. Juanma Moreno y su jefe, Pablo Casado han decidido hacer lo que sea para unirse a Ciudadanos y Vox y expulsar a Díaz. Para ello han firmado un pacto con 90 medidas, entre tramposas, viejas y alguna arrebatada al Psoe. Pero la llave sigue estando en Santiago Abascal, líder del partido de extrema derecha Vox, que lejos de quedarse callado, aletea y dice que "o se cuenta con él y se asumen sus medidas, o se repetirán las elecciones". Y de paso, la lideresa andaluza, tampoco asume que ella es la causante de la pérdida de casi cuatrocientos mil votos socialistas que se fueron a la abstención.
Cuando todavía Vox no ha dado su visto bueno, el Partido Popular tiene claro que va gobernar Andalucía a cualquier precio y para ello ha firmado antes de Navidad un pacto de 90 medidas con Ciudadanos, que se encuentra entre las urgencia de sacar al Psoe y a Susana Díaz de la Junta, y las recomendaciones del grupo Liberal en Europa que le pide a Albert Rivera que no de entrada a la extrema derecha en Andalucía. La presidenta Díaz ha dicho que no gobernarán sin que antes ella, la ganadora, intente formar gobierno. Y Santiago Abascal, de Vox, ya ha echado su órdago, "si no aceptan nuestras medidas se repetirán elecciones".
"No voy a hacer un Rajoy o una Arrimadas. Hemos ganado las elecciones y evidentemente voy a intentar formar gobierno", insiste orgullosa una Susana Díaz que aún no ha asimilado que ella y sólo ella es la responsable de la pérdida de catorce escaños en las elecciones del pasado 2 de diciembre. Díaz asegura que se ha presentado para que ese millón de andaluces que le han votado, se sientan orgullosos. Olvida que ha perdido 400.000 votos de andaluces que se abstuvieron "por la política del presidente Sánchez en Andalucía", dice ella, mientras que los estudios post electorales del Psoe, lo achacan a su aventura de asaltar Ferraz y su comportamiento con respecto al Secretario General, Pedro Sánchez.
Mientras Díaz se lame sus heridas y no abandona el mando sin presentar batalla, el PP avanza en ese acuerdo que pretende adjuntar a Vox y al mismo tiempo integrar algunas medidas de carácter social, tales como la equiparación del salario del personal sanitario con el resto nacional, la implantación de la educación gratuita de 0 a 3 años, una medida arrebatada al programa del Psoe, e incluso la subida salarial de los propios miembros del Gobierno.
Para Díaz, este pacto nace muerto ya que sabe que alguna de las medidas son imposibles de compatibilizar sin tocar el Estatuto de Andalucía. Y además debe mantener un difícil equilibrio con las exigencias de la ultraderechista Vox, un partido que no se resiste a quedarse a un lado y que para ofrecer sus votos exige medidas tan chirriantes como "la derogación de las leyes de Violencia de Género y de Memoria Histórica, la supresión de las autonomías con la consiguiente devolución de las competencias de Educación y Sanidad al Estado. Algo imposible de llevar a cabo sin reformar el Estatuto de Autonomía. Así como la repatriación de todos los inmigrates que se encuentren sin papeles en España".
Susana Díaz, aprovecha estos choques entre CS y Vox para intentar su última baza, que pasa por que Ciudadanos, tercera fuerza más votada con apenas 21 escaños, en lugar de asociarse con Vox y PP, vote con el partido socialista. Al tiempo que suceden todos estos movimientos en el tablero de ajedrez andaluz, la lideresa no da su brazo a torcer y está generando un grave malestar dentro de la Ejecutiva Federal del Psoe, ya que se ha alineado con los barones (Lambán y Page) que recriminan a Sánchez "la vía blanda de la negociación con Cataluña" y solicitan, coincidiendo con las tesis del PP y Ciudadanos, "la aplicación del artículo 155 que vuelva a quitar las competencias a la Generalitat".
Estas declaraciones de Susana Díaz en los días de Navidad a la Cadena Ser y al diario ABC, ambos medios azotes de Sánchez durante todo el proceso del separatismo y antes, cuando Susana Díaz intentó derrocarle en Ferraz, han vuelto a poner sobre aviso a la dirección nacional del Partido Socialista Obrero Español que la rebeliòn interna no se sofoca. Vuelven a barruntar que los barones que dieron la espalda e intentaron hundir a Sánchez, están pensando mas en clave, salvarse ellos en sus comunidades, que asumir las consignas de la dirección general del partido. Es decir, remar a la contra de nuevo. Por tanto, el laberinto de Sánchez y todos los frentes abiertos se reedita.
En medio de estas aguas procelosas, con los recelosos barones, y con los líderes de Ciudadanos, Albert Rivera, y del PP, Pablo Casado, más desaforados que nunca acusando al presidente del Gobierno de traicionar a España (por negociar con Torra en vías de buscar una solución) vuelve a desenvolverse un Pedro Sánchez que ya salió airoso de la anterior pinza. Al menos en esta ocasión, tiene el apoyo casi incondicional de Podemos, de los nacionalistas vascos, y de una parte del nacionalismo catalán, cercano a ERC y su líder Oriol Junqueras.
Como dice en La Vanguardia este 25 de diciembre, Miquel Roca, uno de los padres de la Constitución y antiguo dirigente de la Convergencia y Unión, de Jordi Pujol, que gobernó Cataluña durante más de tres décadas, hay alguien a quien en lugar de alegrarle el acercamiento de Sánchez para solucionar el conflicto catalán, al contrario "les da miedo que el problema se pueda reconducir, porque en realidad no quieren soluciones, prefieren instalarse en el conflicto como herramienta de permanente confrontación", escribe Roca. Muy al contrario, para Roca esta visita del presidente y su Consejo de Ministras a Barcelona, ha sido valiente y muy positiva. "Si no la hubiera hecho habrían criticado que no hace nada, si la hace y sale bien, las críticas son feroces".