Ángeles Flórez Peón, Maricuela, la última miliciana viva de la Guerra Civil Española que sirvió en el bando republicano, cumple cien años este 17 de noviembre de 2018. “Me han preparado un homenaje. Va a ser algo especial, muy emocionante. Dentro de lo que cabe estoy muy bien, porque con la voluntad se adelanta mucho”, dice, y su voz suena alegre desde su casa en Gijón, donde se recupera de una reciente operación justo a tiempo de celebrar el centenario.
Maricuela siempre sonríe en las fotos, al menos así se la ve en su facebook, un página que mantiene activa y en contacto con sus amigos y el socialismo asturiano, que la adora. No es para menos, pues de sus cien años de vida, más de ochenta lo son de militancia.
Esta veterana republicana socialista (Blimea, Asturias, 1918) es, por su edad y trayectoria, un tesoro de nuestra historia viva. La antigua miliciana es actualmente presidenta de honor de las Juventudes Socialistas de Asturias y una compañera activa, en la medida de sus fuerzas. Hace un año y medio se embarcó en apoyo del movimiento de las bases por el “no es no” a Mariano Rajoy y en la recuperación del liderazgo de Pedro Sánchez. “Al presidente le diría que siga haciendo verdadero socialismo y que defienda a la clase obrera. Y en persona se lo he dicho, Pedro, nunca ofrezcas lo que no puedas dar. Tengo confianza en él”, afirma.
Muchos años antes de esa batalla política, Maricuela fue a una guerra de las de verdad. Entonces, más que darle un fusil, la pusieron a hacer la comida, junto a otras compañeras. Muchas mujeres en el frente se jugaron la vida llevando la olla a alguna cota, cuando las balas silbaban alrededor. Hubo numerosas bajas entre ellas, y al cabo de unos meses las llevaron a retaguardia. Ángeles Flórez sirvió como enfermera y cuando en otoño de 1937 Asturias cayó del lado sublevado, Maricuela fue a la prisión y sometida a un Consejo de Guerra. Tiempos duros que describe sin adorno alguno, como un relato oral, en su libro de Memorias, en el que explica cómo ella y otras compañeras se libraron del “paseo” por la compasión de un guardia. Violaciones, rapados de pelo, castigos, hambre, hacinamiento, piojos: con precisión ha dejado escrito Maricuela lo visto y vivido en aquellos cuatro años en la cárcel. Después, varias décadas en el exilio en Francia, donde crió a sus hijos, para volver definitivamente a Asturias en 2003.
Antes de la guerra, una jovencísima Ángeles Flórez, la cuarta hija de una familia obrera, había comenzado a trabajar como sirvienta en casas a los doce años. El hermano mayor, Antonio, era comunista y quería que la joven tuviera un oficio, que aprendiera a coser. Pero su asesinato en 1934 truncó esos planes: él fue uno de los “Mártires de Carbayín”, las 23 víctimas –comunistas, anarquistas o sin afiliación ninguna– de uno de los sucesos más crueles de aquellos días. Los hombres fueron capturados y asesinados en el silencio de la noche con machetes y bayonetas, enterrados en fosas; alguno, como el propio Antonio, con la cara desfigurada. Poco después del crimen, las gentes de los pueblos descubrieron el lugar y sus cuerpos fueron trasladados al cementerio de Carbayín. “Cuando los vecinos se dieron cuenta de que el que sacaban era Antonio, quisieron apartar a mi madre, pero no pudieron. Quería ver a su hijo”, recoge Ángeles en sus Memorias. “Estaban acuchillados por todo el cuerpo, era una carnicería”. Los recuerdos de esta mujer hablan del dolor de unas familias aterrorizadas. Allí, en Carbayín, quedó sepultado Antonio y con él las primeras esperanzas de Ángeles, antes de cumplir los dieciséis años.
Hoy, más de ochenta otoños después, Maricuela está al tanto del compromiso del Gobierno para la exhumación de Francisco Franco del Valle de los Caídos y su traslado a otro lugar, apartado del homenaje público que supone una tumba monumental para un dictador. “Hay que lograrlo, el pueblo lo pide”, dice. “Con Sánchez están haciendo igual que con Zapatero, haciendo lo imposible contra él. Yo los conozco bien, y son los mismos, siempre. Si Zapatero consiguió acabar con ETA y aún lo acusaban de complicidad con los terroristas, contra Pedro Sánchez seguirán igual, lanzando calumnias”, afirma, demostrando buena memoria pese al tiempo sobre los hombros.
El asesinato del hermano despertó la conciencia social y política de Ángeles Flórez y en los primeros meses de 1936 se afilió a las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU). Esa primavera fue cuando se ganó el famoso apodo, Maricuela, por el personaje de una obra teatral que llevaban por los pueblos: “¡Arriba los pobres del mundo!”, se llamaba la pieza. Así lo recuerda en sus páginas finales el director de la última edición de las Memorias de Maricuela, el periodista Pedro Alberto Marcos. Un libro que fue presentado en la última Feria de Madrid por ella misma junto a la también asturiana Adriana Lastra, la portavoz socialista en el Congreso. “Tengo esos diecisiete años en el corazón”, dijo esa mañana, al recordar los días anteriores a la contienda. A pesar de todo, “yo fui privilegiada en la vida”, explicaba. “Me caen las lágrimas porque me quedé marcada desde que me cogieron presa a los dieciocho años, pero cuando ves salir por la puerta a las condenadas a muerte, con sus hijas, ¿cómo te vas a quejar?”. Maricuela se esfuerza por vivir el presente a la luz de su experiencia y afirma estar “orgullosa de lo que luchan y consiguen ahora las mujeres por la igualdad. La mujer defendió muy bien a España”, aseguró en la Feria.
La última miliciana cumple sus primeros cien años y “ayer llegó desde Francia este ramo de rosas rojas enviado por su amigo Alfonso Zapico, autor del cartel que anuncia esa buena noticia, y Ángeles agradeció el regalo con esta sonrisa”, comparte su amigo y editor Pedro Alberto Marcos en redes sociales. La sonrisa en la cara de esta mujer es el mejor testimonio de su deseo constante: “yo lucho porque el mundo sea más humano”. Feliz cumpleaños, Ángeles Flórez, Maricuela.