A las once de la mañana de este domingo repicaron las campanas en toda Francia. Igual que hace cien años. A las 11, del día 11, del mes 11, concluían cuatro años de guerra gracias a un armisticio firmado en plena noche en un vagón de tren estacionado al norte de París, en medio del bosque de Compiègne.
Un siglo después, decenas de dirigentes de todo el mundo han recordado en París las consecuencias de la Gran Guerra: 10 millones de muertos, 6 millones de heridos y mutilados, 3 millones de viudas, 6 millones de huérfanos y millones de víctimas civiles.
El presidente francés, Emmanuel Macron, ha llamado a la cooperación para defender las instituciones internacionales con el fin de no repetir los errores del pasado: “Sumemos nuestras esperanzas en vez de oponer nuestros miedos”.
La lluvia no ha dado tregua en una fecha tan señalada, tal vez en consonancia con los ánimos de algunos líderes, entre los que se podía apreciar una clara división: el llamado orden liberal encabezado por el propio Macron y la canciller alemana Angela Merkel, y el del siempre controvertido Donald Trump.
Y es que solo la llegada de los jefes de Estado y de Gobierno ha sido del todo reveladora: todos juntos caminando a pie por los Campos Elíseos salvo por el presidente estadounidense y Vladímir Putin, que decidieron hacerlo por separado. Sonada ausencia la de la primera ministra británica, Theresa May, que se encontraba en Londres, donde también se han celebrado ceremonias del armisticio.
A pesar de los desmanes de Trump, su homólogo francés no se ha hecho pequeño al pie del Arco del Triunfo, donde ha defendido que “el patriotismo es el exacto contrario al nacionalismo. El nacionalismo es su traición”, un ataque velado contra el “egoísmo de un pueblo que sólo vela por sus intereses”, que bien podría recordar a la campaña electoral de Trump y su posterior conducta.
“Diciendo nuestros intereses primero y qué importan los de los otros se borra lo que una nación tiene de más precioso, lo que la hace vivir, lo que la lleva a ser grande, lo más importante: sus valores morales”, ha sentenciado el presidente francés, para cerrar su discurso, de casi 20 minutos de duración, reconociendo que “lo sé, los demonios antiguos resurgen, preparados para cumplir con su obra de caos y muerte. Nuevas ideologías manipulan las religiones y promueven un oscurantismo contagioso. La historia amenaza a veces con retomar su curso trágico y comprometer nuestra herencia de paz que creíamos definitivamente sellada con la sangre de nuestros ancestros”.
Felipe VI y Pedro Sánchez también han estado presentes
España ha estado representada en la figura del rey Felipe VI y el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, al que también ha acompañado su mujer, Begoña Gómez.
Los tres han sido testigos de una ceremonia cuidada al milímetro sin desfile militar, como era de esperar, que ha contado con la solemne música de la violonchelista Yo-Yo Ma y testimonios de la barbarie.
Tras el almuerzo en el Elíseo, Merkel abrió el Foro de la Paz de París, al que Trump no asistió, perdiéndose un gesto del todo simbólico que aleja la posición de enfrentamiento que, precisamente, tenían Francia y Alemania hace cien años.
La canciller alemana, en sintonía con el discurso de Macron, señaló que “aquella guerra, con su derrame de sangre sin sentido, muestra adónde pueden llevar la arrogancia nacional y militar, y las desastrosas consecuencias de la falta de diálogo y compromiso, en la política y la democracia”.