En su larga andadura socialista y feminista, la vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo nunca se hubiera imaginado que tras su visita al Vaticano, ante el cardenal Pietro Perolin, el periodismo serio de nuestra “querida España”, como diría allá a finales de los setenta nuestra cantautora Cecilia, no solo intentara intoxicar con el contenido de la cita eclesiástica sino y sobre todo, que se escandalizara por la camiseta normal y corriente que la ministra llevaba debajo de su impecable y sobria chaqueta negra.
“Canalillo y encajes”, luce la ministra en el Vaticano, escribe un más que vulgar y obsoleto periodista. Qué pobreza de argumentos y qué imaginación rancia del llamado periodista Santiago González, qué metedura de pata de El Mundo, el diario que lo publicó, y qué falta de editor o editoras de género del mismo rotativo nacional.
Los nervios de la prensa nacional conservadora se desatan a la mínima ocasión. Y si no la hay se la inventan. Esta vez, posiblemente estaban deseosos de desquitarse de los zascas que cada miércoles la vicepresidenta Calvo deja caer en el Congreso y que congela la forzada sonrisa de Pablo Casado y Dolors Montserrat, por no citar al histriónico y dicharachero Rafael Hernández, a cuenta del viaje de la vicepresidenta Carmen Calvo al Vaticano.
Desde que el presidente del Gobierno presentara en junio a su Gabinete, con once ministras de las diecisiete carteras, no hay día en que la caverna mediática no suelte alguna boutade machista y enrabietada. Con la poca paciencia que les caracteriza y las prisas por derrocar al legítimo gobierno socialista salido de una moción de censura, a consecuencia de la corrupción del Partido Popular, y apoyado por 180 diputados y más de trece millones de votantes tras ellos, no falta día, como decimos, en que alguna cabecera nacional ponga en la picota al gobierno del Estado o a alguna de sus ministras. Las fake news tan amañadas en el gobierno de los Estados Unidos, y que llevaron al poder a un fantoche como Trump, se han puesto de moda aquí también generando una vergonzosa complicidad entre el PP, su aliado CS y los medios afines.
Es verdad que el cambio de gobierno les pilló de la noche a la mañana en una especie de birlibirloque mágico, que los progresistas de este país aplaudimos, pero que el Ejectuvo de Mariano Rajoy no vio llegar y desde entonces no lo han digerido. Lo que no quieren reconocer es que el PP llevaba envuelto en las brumas de la corrupción, demostrada y flagrante, durante casi una década. Y que las legislaturas de Rajoy estaban forzadas por una financiación ilegal. Hasta que tuvo que ser finalmente la Justicia quien con una sentencia ratificara la comisión de fraude electoral, amén de decenas de delitos con dinero negro, comisiones ilegales, financiación ilegal, apropiación indebida, cohecho y escándalos varios.
Poca defensa ante ello tiene un Partido Popular que anda loco y despistado, reinventándose, mientras tiene a tres ministros, tesoreros, presidentes de sus Comunidades Autónomas y un sin fin de alcaldes y consejeros en la cárcel o a punto de entrar en ella, o en libertad condicional. Para más inri, hace un par de días las conversaciones del oscuro comisario Jose Manuel Villarejo, han puesto en la picota y al borde una causa judicial a su ex secretaria general y ex ministra, Dolores de Cospedal. ¿Qué más le hace falta a un partido para enmendarse, pedir disculpas a su electorado y hacer oposición de verdad y demostrar sentido de Estado?.
Por eso, cuando la vicepresidenta Calvo volvió de Roma y pisó tierra española, transmitió su impresión de la visita y trasladó a la prensa las palabras del periodista norteamericano ultra católico, actual portavoz del Vaticano, Greg Burke: “La Iglesia Católica y el Gobierno van a trabajar conjuntamente para buscar una salida a que los restos de Franco no se inhumen en la Catedral de la Almudena”. ¿Qué parte de la frase no ha entendido o querido entender esa parte de la aguerrida prensa española que bien conoce el lenguaje extremadamente diplomático y ambiguo del Vaticano?.
Quizá entre Burke, Parodin, el Arzobispado de Madrid, y la terquedad de la familia de Franco, que quiere a toda costa enterrar los restos en el mausoleo familiar de la Catedral de la Almudena, al final haya que leer con atención los artículos 15 y 16 de la Ley de la Memoria Histórica, que impiden que los restos de un dictador sean inhumados en un lugar emblemático para evitar que pueda convertirse en lugar de peregrinación y exaltación fascista. Quizá, una vez más tenga que recordar el Gobierno que la Ley está para cumplirla. Y se acabaron las nostalgias del pasado, las bobadas, los escotes, los encajes, la mantilla, la peineta y la parafernalia nacional.