Hoy hablamos de performance, o más bien de PPerformance, porque la vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo, tuvo el miércoles uno de esos momentos álgidos que nos regala a veces el Parlamento, en su réplica a la confusa intervención de Dolors Montserrat. Tras la sobreactuación de la diputada popular, la dirigente socialista se levantó y dijo: “Señora Monserrat, ¿ha sido una performance, no?”.
“Toda Venecia es una performance”, dicen los críticos cuando comienza la Biennale, y el frenesí de comisarios, artistas, gestores y curiosos inunda la serenísima en su gran cita con el arte contemporáneo. La vicepresidenta, que fue ministra de Cultura antes que fraile, sabe bien lo que es una performance y lo que significa ese término, singularmente para las mujeres de las artes. Calvo conoce necesariamente este mundillo de las artes vivas, escénicas, visuales.
El arte de acción es uno de los más interesantes cruces entre la creación contemporánea y el activismo social, y un vehículo de expresión muy querido por el feminismo, cosa de la que ella también sabe. Las mujeres artistas desde los años sesenta han sido grandes performeras, como se dice en el español de América. Y en parte lo han sido porque es una forma sencilla y extraordinariamente barata de llegar a públicos diversos, de crear un impacto, y porque no hace falta estar en el centro del sistema del arte –las grandes entidades copadas por hombres al mando– para montar una buena performance.
Si ver y ser visto en la gran cita de Venecia es toda una actuación ritualizada, tal vez lo sea también el Congreso, en algún sentido. No se trata de frivolizar sobre el contenido del debate, sino de sacar todo el jugo al significado exacto de una palabra en la voz de quien la usa. Hay quien afirma que ya no hay debates parlamentarios como los de antes y que la dialéctica de hoy es ramplona y sosa. Aquí hay un momento, y no es el único, que contradice ese juicio, y será un orgullo para las feministas comprobar que es una de las suyas, la actual vicepresidenta, quien eleva el nivel en sus intervenciones.
Entre las mujeres socialistas se esperan ya con iconos de palomitas estos “zascas” de Calvo. Pero ese neologismo no debería esconder lo que no es sino el talento de una eficaz oradora, como lo ha sido también Soraya Sáenz de Santamaría en las filas contrarias. Es lástima no tenerlas a ambas frente a frente en las bancadas para disfrutar de las buenas páginas de debates que podrían habernos dejado.
Qué buenas performances se han perdido, y no éstas. Es aún necesario, realmente, reconocer a las que destacan en las instancias altas, no sea que nos volvamos a tropezar con ideas como las del polaco Janusz Korwin-Mikke, quien aseguró –nada menos que en el europarlamento– que las mujeres deben ganar menos "porque son más débiles, más pequeñas, menos inteligentes”, lo que le valió la contundente respuesta de la también socialista y española Iratxe García.
De toda performance, momento vivo efímero, queda una documentación, un testimonio. De lo sucedido en esos escasos minutos en el Congreso de los diputados y de las diputadas nos quedan los vídeos. No dejen de verlos, la entrada es gratis.