La lucha entre las empresas por los datos de los consumidores está traspasando fronteras. Ya es sabido que, con información accesible como las ventas de las cadenas de farmacia o las apps de fitness, salud y bienestar, las compañías pueden llegar a las entrañas de los datos médicos de los usuarios.
Tras importantes escándalos como el de Mark Zuckerberg o el de Cambridge Analytica, la población cada vez vive más preocupada por sus datos y su privacidad, la mayoría no es consciente de que parte de su información está en manos de grandes empresas y se ha perdido la confianza en su seguridad. Que la intimidad no existe en el mundo digital es un hecho que hay que asumir cuanto antes.
A pesar de ello, hay información como el historial médico que era inimaginable que las compañías pudieran acceder a él. Cuando acudes a una consulta o vas a la farmacia lo último que piensas es que se va a hacer negocio con las confidencialidades que estás contando. Adam Tanner (autor del libro “Our bodies, our data”) ha declarado en The Guardian que, a pesar del anonimato de la información médica de los consumidores, muchas compañías mediante el cruce con otros datos, como pueden ser las ventas de un medicamento o la información disponible en las diferentes apps relacionadas con la salud, se acercan y mucho a resolver ese anonimato.
Todo esto, por supuesto, respetando las leyes de la privacidad del paciente y sin que el usuario sea consciente de esta práctica, lo cual incita a recapacitar sobre a quién estamos contando nuestros secretos y cuanto negocio se va a hacer con ellos.
Por suerte, esta renuncia a la privacidad ha ido disminuyendo desde la puesta en marcha de la nueva normativa de protección de datos. Ahora, se puede pedir a las compañías los ficheros que tiene, de donde los sacó y para qué los usa, además de poder exigir que se eliminen ciertos datos o que se porten de un servicio a otro.