Mucho se ha escrito en las últimas semanas acerca del fenómeno VOX. Probablemente, demasiado. El mitin celebrado en el Palacio de Vistalegre el pasado 7 de octubre así como el último barómetro del CIS que le otorga un escaño, han generado cierto estupor nacional en torno al partido liderado por Santiago Abascal. ¿Existen, sin embargo, razones para esperar que la derecha radical se vuelva un fenómeno de masas en España? No muchas, la verdad.
Pensemos la competición partidista como un mercado en el que intervienen factores de la oferta y la demanda, y que se encuentra regulada por determinadas reglas institucionales que limitan las oportunidades de las distintas formaciones.
En relación a la demanda, no existe a día de hoy electorado suficiente (y, lo más importante, disponible) para que VOX se convierta en una fuerza política nacional relevante. El último barómetro del CIS muestra que el electorado que se posiciona en la extrema derecha ideológica apenas alcanza el 2,2% (la extrema izquierda, en contraste, supera el 9%). En inmigración, podríamos esperar un repunte en las cifras sobre xenofobia debido a la creciente politización que los asuntos migratorios han recibido en los últimos meses (se nota que el Partido Popular ha vuelto a la oposición…). En este sentido, el 15,6% de los encuestados por el último barómetro del CIS considera que la inmigración es uno de los tres problemas principales del país. Un repunte, sin duda, pero muy por debajo del 59,4% alcanzado durante la llamada “crisis de los cayucos” (barómetro de septiembre 2006). Otro factor favorable de carácter coyuntural ha sido la propuesta para exhumar los restos del dictador Francisco Franco. Dicha decisión parece haber despertado ciertos vestigios franquistas que volverán a esfumarse, no obstante, tan pronto como concluya la exhumación. No podemos olvidar tampoco que el feminismo está ganando mucha visibilidad y fortaleza en el país. Y, como no, a toda revolución, le siguen los intentos de contrarrevolución. Por último, el elemento que sin duda está favoreciendo el crecimiento de VOX es la fiebre nacionalista que recorre el país como consecuencia de la crisis catalana. No por casualidad, la unidad nacional ocupa el primer lugar del programa electoral del partido. En efecto, la crisis catalana ha posicionado los problemas territoriales en el primer plano del debate público, dejando un escenario favorable para aquellos que defienden no sólo la suspensión de la autonomía catalana, sino la “transformación del Estado autonómico en un Estado de Derecho unitario” (propuesta nº 6) y “dotar de la máxima protección jurídica a los símbolos de la nación” (nº 3).
No obstante, una demanda más o menos propicia puede ser un elemento necesario para el éxito de estas formaciones pero insuficiente si no viene acompañada de una estructura de oportunidad política favorable. En este sentido, hay que tener en cuenta dos elementos del contexto institucional y la oferta política externa. En primer lugar, el sistema electoral español castiga a las formaciones minoritarias que no tienen concentrados sus apoyos en un territorio determinado, favoreciendo el llamado voto útil o estratégico. En segundo lugar, los patrones de competición partidista actuales son muy desfavorables para las formaciones minoritarias de derecha radical en España. En concreto, la ocupación de buena parte del espacio político que pretende ganar VOX (especialmente, en la cuestión nacionalista) por dos formaciones políticas nacionales con representación y con un amplio respaldo electoral, limita en gran medida las oportunidades del competidor minoritario. Por tanto, la combinación de un sistema electoral que perjudica a las formaciones minoritarias y la existencia de dos formaciones que ya hacen bandera (nunca mejor dicho) de la causa nacionalista española, dificulta que esta parte del electorado pueda fragmentarse en un tercer partido con menos posibilidades de obtener representación. Mucho tendría que crecer esta parte del electorado, o muy mal lo tendrían que hacer el Partido Popular y Ciudadanos, para que VOX ganase relevancia electoral a nivel nacional.
En relación a la oferta interna, VOX intentará ganar espacio a su máximo competidor, el Partido Popular, a partir de la “fórmula ganadora” de la derecha radical europea que combina el nativismo (xenofobia y nacionalismo) y el populismo. En concreto, la imagen que proyecte el partido como actor anti-establishment será clave en su fase de irrupción electoral. Para ello, está proponiendo diferentes medidas contra la corrupción, de transparencia, de limitación de cargos políticos, de reducción de órganos públicos “duplicados, ideológicos o (…) imprescindibles” (nº 35) y acabar, a fin de cuentas, con “los parásitos” de lo público. No obstante, la trayectoria del líder de la formación (plagada de cargos públicos por el Partido Popular y como director de fundaciones subvencionadas con dinero público) podría empañar su presentación como figura diferenciada del establishment al que dice combatir. Asimismo, el partido cuenta con el desafío, no menos importante, al que se enfrentan todas las formaciones radicales: acabar con el aura extremista que le acompaña. En este sentido, una de las mayores dificultades que enfrentará en su fase de consolidación (si llega a irrumpir electoralmente) será la de lidiar con las tensiones que se generarán entre los sectores más extremistas y los más “moderados”. Mientras los primeros tratarán de mantener la esencia del partido sin pedir disculpas o justificar sus posiciones, los segundos intentarán convertir el partido en una opción respetable y asumible para la política democrática contemporánea.
A pesar de todo lo anterior, hay motivos para esperar un importante repunte de la formación en el corto plazo. El primero sería la celebración de unas elecciones de segundo orden en mayo de 2019. En concreto, las elecciones europeas (circunscripción única y sin barrera electoral) supondrán, sin lugar a dudas, un trampolín electoral para VOX. El segundo, es la exagerada atención mediática que está recibiendo un fenómeno tan marginal como es el de VOX, un partido que obtiene una predicción de votos más o menos similar a la de PACMA y a la cual, nadie menciona. Esta sobredimensión mediática del partido podría hacer parecer que tiene más opciones electorales de las que realmente tiene, rompiendo, de este modo, las barreras psicológicas que el sistema electoral genera. En este sentido, no son pocos los estudios que vinculan el éxito de estas formaciones a la visibilidad mediática que reciben, aunque sea para estigmatizarlos. Recordemos que no existe la mala prensa.