“Cuando uno escribe, desaparece”, dice el escritor norteamericano Paul Auster en su último libro, “Una vida en palabras”. A veces no solo desaparece el escritor inmerso en sus fábulas, sino que desaparecen estas rápidamente de la mente de los lectores. Es lo peor. Se editan miles de libros al año y al final ¿cuál ha penetrado en nuestra piel o en nuestra cabeza, más allá de las primeras horas de lectura? Tengo sobre la mesa un libro, una pequeña obra que me ha perturbado y no solo por la juventud de su autor. Soy de las personas que cree -como dice mi maestro José María Guelbenzu- que para escribir hay que haber vivido, y eso suele llegar con la madurez.
“Lo que te pertenece”, de Garth Greenwell (Estados Unidos, 1978) nos habla de que en alguna parte de cada uno aguarda agazapado el deseo a la espera de saltar. Por eso su novela es un recorrido por el deseo, sus consecuencias y sus orígenes. Lo cuenta Greenwell en esta historia de un profesor de literatura americano que encuentra en Bulgaria la realización de parte de su sexualidad y de una parcela de su felicidad a través del chapero, Mitko, hasta que un día debe volver a Estados Unidos a enfrentarse con la relación de su padre en la adolescencia. Es un texto bello, profundo y conmovedor en el que la trama es leve pero el lenguaje claro y cristalino. El narrador casi se enamora del chapero pero Mitko, además de guapo y tierno, es un peligro para aquellos que lo rodean y para sí mismo, así que el narrador intenta poner distancia. El búlgaro se empecina por el mal camino y entonces se muestra la tristeza infinita de ambos. El escenario es una Sofía hostil y que huele fuerte, como un cuarto oscuro. Una historia que se mueve por los rincones marcados por las cicatrices que dejó el Comunismo.
Los textos de Greenwell tratan de modelos de relaciones eróticas, sentimentales y sociales diferentes, incluido el cruising [intercambio sexual con desconocidos en lugares públicos], que le interesa en la medida que también significa afecto e intimidad.
Una de las razones por las que la novela empieza en los baños del Palacio de la Cultura, dice el escritor, es porque es el único lugar en el que su narrador hubiese podido cruzarse con alguien como Mitko. El cruising pone a prueba las categorías en las que organizamos nuestras vidas. Categorías como raza, clase social, nacionalidad, lengua... Nos permite ‘cruizar’ estas líneas. Una novela que ganó el British Book Award y que además es profunda y sincera.