No sabemos si realmente Gabriel Rufián guiñó o no el ojo a la diputada popular Beatriz Escudero en la mesa de la Comisión de Investigación donde comparecía Francisco Álvarez Cascos sobre su implicación en la corrupción y financiación ilegal del PP.
Lo que sí sabemos es que la llamó, “palmera” de Cascos, y que ésta saltó como un huracán de indignación: “Me ha llamado ´palmera´ señoría... ¡y no me guiñes el ojo, imbécil!”. “Con esto nos insulta a todas”, bramaba la diputada popular. A lo que Rufián aclaró posteriormente que no había ningún guiño sino que se limitó a cerrar los dos ojos. No uno, sino dos ojos cerrados ante la diputada indignada.
Un rifirrafe tan absurdo como inverosímil que incendió inmediatamente todas las redes sociales como si de por sí la corrupción del PP no fuera lo suficientemente insultante, y como si el feminismo no fuera una cosa más seria y trascendente que este absurdo incidente. Las diputadas populares se sintieron humilladas e hicieron piña con su compañera, tan aficionadas ellas a proclamarse feministas al mismo tiempo que niegan la discriminación laboral y social y que la cuota femenina les parece una soberana estupidez. Es lo que se llama feminismo a conveniencia. Para ellas, Rufián ha insultado a todas las mujeres. Nada nuevo bajo el sol. La única novedad es que salvo la escandalizada diputada Escudero y sus correligionarias, todo el mundo sabe por experiencia que Rufián se comporta habitualmente como un maleducado porque prácticamente acaba de estrenar escaño en el Congreso, sólo lleva dos años, y su forma de manifestar ese entusiasmo juvenil consiste en insultar por doquier sin discriminar el género.
También podríamos llamarlo feminismo a la inversa. Cuando discriminan, relegan, maltratan, violentan, o abusan sexualmente de la mujer, las diputadas populares se ponen de perfil, a tenor del poco apoyo que prestan a las leyes contra la Violencia de Género, a la propuesta de Abolición de la Prostitución, a las leyes contra la Brecha Salarial o la Ley de Cuotas. En cambio, cuando un diputado de lenguaje macarra le llama “palmera” a una de las suyas, se escandalizan porque ataca a todas las mujeres. Si el guiño lo dejamos en duda, no hay por qué no creer a Rufián, ni tampoco por qué si creerle, lo que resulta una vez más es que el diputado de ERC es un provocador epatante, con reflejos de adolescente, que se enorgullece de serlo. Y las diputadas del PP unas oportunistas rayando la mojigatería.